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ATZALA Vida, tradición y muerte entre los escombros del sismo


A más de 40 días después del sismo y la tragedia de Atzala en Puebla, los habitantes de este pequeño municipio cañero de la mixteca, buscan recuperar la normalidad en su vida; entierran y veneran a sus muertos mientras permanecen en vilo ante la incertidumbre de la reconstrucción.

La muerte resultó estridente en este lugar, se llevó a 11 de sus habitantes en un bautizo en la iglesia de Santiago Apostol, 2 familias casi desaparecen, y sus pocos sobrevivientes los celebran en días de muertos, entre escombros y resignación.


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Graciano Villanueva. Entre el dolor y la resignación.


Uno a uno, Don Graciano recorre, ante quien se lo pregunta por enésima vez, los nombres de sus familiares muertos el 19 de septiembre; señala con su dedo las fotografías de su esposa Carmela Mérecis Ramírez, sus hijas Feliciana y Susana Villanueva Mérecis, sus nietos Samuel y Azucena Flores Villanueva, su cuñado Florencio Flores Nolasco, quienes murieron tras acudir a un bautizo aquel medio día en la iglesia del pueblo.

Graciano y su hijo Martín son los únicos sobrevivientes de la familia Villanueva Mérecis; Carlos ahora está en el panteón limpiando y acomodando las tumbas de su familia previo al Día de Muertos, en tanto la esposa de Martín, Agustina, va por el tercer cambio de ofrenda para sus parientes. Frente a la última, la de su esposa, Graciano repite una y más veces que a sus familiares “Dios se los llevó y ahora hay que conformarse”

Así la casa de la Privada Josefa Ortíz de Dominguez, recibe cada día, como marca la tradición a los fieles difuntos: el 28 día de los accidentados, la familia y vecinos dispusieron sendos platos de comida y mole, fruta y algunos panes. El día 30, día de las almas de los niños, fueron cambiados los guisos por sopa de pasta, jamón y piña, vasos de pastel y panes dulces. Finalmente el día 1 de noviembre, en honor a Doña Carmela, Agustina y Graciano dispusieron mole, hojaldras y cañas. La constante siempre fueron veladores, flores y la fotografía de bodas de Susana y Florencio, los retratos de la abuela, los niños y la tía Feliciana.

A”Don Chano“ se le observa triste pero resignado, es un campesino alto, de gestos fuertes que ahora parece ya acostumbrado a recibir muchas personas en casa, desde los vecinos que le llevan veladoras o panes para su ofrenda, hasta voluntarios foráneos que en las últimas semanas llenaron el cuarto de atrás de su casa con víveres. Esta ofrenda ha atraído a más extraños – antier vinieron los de la televisión a tomar video, ayer vinieron a tomar fotos, hoy están ustedes- interpela a nuestro anfitrión Javier más como asombro que como reclamo.

Ya han pasado más de 40 días, desde aquel sismo, y Graciano dice que recibió mucha ayuda de mucha gente, cuenta como llegaron el Arzobispo y el gobernador–Vinieron, hicieron la misa acá en la calle, me dieron el pésame y se fueron, un diputado me dio un sobre con dinerito, el presidente de acá me ayudó con todas las cajitas - , - mire, llenaban toda la calle, no me iba a alcanzar, ¿cuánto cuesta una caja regularcita? Y pues eran 11.

Recuerda que aquel día, su yerno los había invitado a la iglesia pues él y su esposa serían padrinos de bautizo, sin embargo, Don Graciano, preocupado “porque luego la gente roba a uno” se quedó en casa, el sismo lo encontró acostado en la cama, al sentir el movimiento se incorporó y abrazó un cuadro de la virgen de Guadalupe que estaba por caer. –Lo abracé y empecé a rezar mientras pasaba el temblor-

“Cuando acabé de rezar, llegó mi hijo Martín muy azorado, y me dijo que quien sabe que pasó en la iglesia” Corrieron juntos al lugar -Por donde quiera llegó la gente, hicimos la lucha pero no se pudo, estaban las piedras…”… los muertitos se velaron ahí en el atrio mientras llegaban las cajas de Izúcar”

Ahora, sólo y sin la mayoría de su familia, sin su esposa, sin sus hijas, Graciano se conforma, se adapta a su nueva vida. “Mi nuera es la que me da de almorzar, y mi hijo Martín me lleva y me trae, Dios se los llevó y ahora hay que conformarse” Se repite una vez más.





Entre censos y demoliciones la incertidumbre aumenta.


Sólo han ido a censar, marcaron algunas casas con folios y cruces rojas, les han prometido ayuda, pero luego de 40 días los habitantes de Atzala no saben que va a pasar con su iglesia, su Casa de la Cultura y las más de 50 casas que fueron prácticamente destruídas por el sismo.

Ubicado en la calle de Reforma 6, el Templo de Santiago Apostol quedó prácticamente en ruinas tras el sismo del 19 de septiembre. Una construcción del S. XVII que sufrió los embates del siniestro.

La Casa de la Cultura, que se encuentra al lado de la plaza principal, también fue cerrada debido a las grietas que presentó. Las pocas actividades que se desarrollaban en el lugar fueron canceladas.

Esta es una de las 50 casas que quedaron destruidas. Esta situación ha orillado a que los afectados tengan que rentar cuartos en Atzala en lo que las autoridades resuelven la forma de apoyarlos.

Ningún habitante de Atzala sabe a ciencia cierta qué pasará con la reconstrucción de sus viviendas. La maquinaria que en un principio demolía las casas se ha trasladado a Izúcar de Matamoros. Hasta ahora ninguna autoridad ha vuelto a visitarlos.

Atzala en números


El municipio de Atzala se encuentra ubicado en la región suroeste en el estado de Puebla. Forma parte de la región económica de Izúcar de Matamoros y su distancia a la capital del estado es de 77 kilómetros.

infografía

Las cocineras de Atzala: Un plato caliente a quien llegue.


Ya pasaron varias semanas desde que Atzala fuera sacudido por aquel sismo del 19 de septiembre, muchos días desde que la ayuda de cientos de personas de todas partes llegara a la comunidad en forma de víveres, agua, ropa y cobijas. Tampoco ya están las decenas de voluntarios que repartieron y clasificaron la ayuda, ni los que día y noche removieron los escombros.

Sin embargo Elisa y Verónica siguen cocinando en su fortaleza del auditorio municipal, siguen alimentando a quien se acerca, propios o extraños. Las sorprendimos mientras daban de desayunar a media docena de integrantes de la Organización Médicos sin Fronteras, que a pocos días de emprender el regreso a sus respectivas tierras, aún continúan en Atzala, terminando sus informes, atendiendo a quien aún lo requiere.

Con una invitación cordial, firme e imperativa nos sientan a la mesa, nos cuentan que ambas son cocineras del desayunador de la primaria Tierra y Libertad, que tras el sismo, cuando la gente empezó a llegar al pueblo, vaciaron la despensa de la escuela y se fueron al auditorio para preparar lo que se pudiera – aunque sea huevos hervidos, pero les dimos-. Después los víveres comenzaron a llegar, mucha comida, mucha despensa y ellas se pusieron a cocinar para todos. Sus esposos, las otras cocineras, las del kínder, ellas iban de casa en casa repartiendo las despensas, la ayuda.

Aunque sea de a 1 o 2 despensas y cobijas, pero les tocó parejo a todo el pueblo, dice orgullosa Elisa. Y cuenta como desde el auditorio se fue repartiendo la ayuda para todos lados, aunque también recuerda que mucha ayuda llegó al zócalo y la acaparaban siempre los mismos, por ello siempre ellas pidieron que se llevara ahí, para distribuirla parejo.

Ellas se sientan a la mesa a desayunar después de servir pozole, tostadas y café a todos los que andan por ahí, y hablan de lo que aún falta: -hay mucha agua y la gente viene a pedir y se le da, también están pidiendo pañales para los niños, luego vienen por despensas, pero de esas ya no hay- Y nos sueltan su preocupación, pues saben que más de 50 casas serán derrumbadas, cuentan que la gente tuvo que buscar donde rentar, otros viven en lonas, pero les preocupa el frío y que muchas casas no se sabe que tan mal estén –si hay que tirar las casas que las tiren, que el gobierno no le dé falsas esperanzas a la gente- también temen por la seguridad de los vecinos.

Vinieron del gobierno con máquinas a tirar casas, y a prometer ayuda para repararlas, pero hasta ahora no han dado nada, ha sido la gente la que trajo cosas, el pueblo el que ha ayudado, pero la vida sigue y la necesidad sigue.

Javier y su madre: Los anfitriones de Atzala.


La casualidad dispuso que en el pequeño estanquillo que se ubica en la casa marcada con el número 3 de la calle Benito Juárez, Doña Eloísa Loyola y su hijo Javier Reyes reciban frecuentemente a los extraños que llegan a Atzala, para preguntar, investigar o a ayudar. Su casa se ubica apenas a unos metros de la Iglesia de Santiago Apostol que según les han dicho está dañada en un 90%

Eloísa fue comadre de Doña Carmen Mérecis, y madrina de bautizo de sus hijas, a todas las recuerda como personas muy buenas y respetuosas, mientras ella narra cómo vivió el sismo Javier su hijo, externa su preocupación por la iglesia. “La iglesia era una cosa simbólica que tenía el pueblo, ahora ¿dónde va a rezar? “ Se pregunta. Javier refiere que “Ni los del comité de la iglesia, ni el presidente han hecho asamblea ni nada, pare ver que hacer, para saber ¿qué dicen’, ¿qué opinan? ;estamos esperando que pasen estos días (de muertos) y voy a lanzar la pregunta, para ver qué vamos a hacer”

Es en el terreno de la hija de Doña Eloísa donde por ahora se celebran las misas, se dispusieron apenas 4 bancas que quedaron de la iglesia, y se improvisó un altar debajo de una estructura de láminas donde todos los días a las 7 de la noche se oficia una misa. “Pues ya les dijimos que hay que por lo menos revocar, creemos que no menos de un año va a estar la iglesia ahí, aunque algunos dicen que reconstruir la iglesia tardaría 7 años.” Señala preocupada.

No saben qué va a pasar con las casas, hay muchas casas tiradas, uno de sus cuartos sufrió daños, pero utilizó sus propios recursos para colar 4 castillos y reforzarla. Pero ¿Y los que no tienen? Ambos se preocupan por el resto de personas -Unos se fueron del pueblo, otros rentan o pidieron casas prestadas, pero pues no nos dicen nada, los primeros días llegó mucha gente, mucha ayuda, los carros no cabían, pero ha sido la gente, el gobierno no nos ha dicho nada, sólo vino una máquina a tirar algunas casas, pero nadie nos dice nada ni tampoco de la iglesia- Nos comenta nuestra anfitriona.

“Seguimos esperando que alguien nos diga que va a pasar” Dice Javier, “nosotros vamos a lo que nos digan, si hay que trabajar todos trabajamos, pero que nos digan”. Mientras tanto ambos se ofrecen a quien se los pide para mostrar los daños del pueblo, para interceder con el presidente municipal para que deje pasar a la iglesia, para hablar con Don Graciano, o con los Flores, o los sobrevivientes del bautizo.

“No tenemos como agradecer a toda la gente…, vino un señor y una señora que juntaron dinero en Carolina del Norte y lo vinieron a dejar, no traían despensas, trajeron dinero y lo repartieron, son gente trayendo ayuda, tendieron las manos, decían que no eran de ningún partido, nos vinieron a ayudar muchos, de muchos lados, a ellos los llamamos amigos, se les agradece, no se les paga con nada” Concluyen la plática aún con la incertidumbre del futuro y la resignación ante las pérdidas humanas.